Un día normal amanece, como otro cualquiera, sin grandes pretensiones, pero en algún momento hay un punto que se rompe y se fracciona, apareciendo de pronto la gran caída de una montaña rusa que se precipita al vacío y un estigma se graba por siempre. Ya nada seguirá el rumbo previsto, cuando ese día termina en el calendario de la vida existe una fecha nueva e inmborrable.
La mesa estaba repleta de revistas, la mayoría femeninas, se podía decir que en exceso porque Johanna llevaba rato intentando adivinar de que estaba confeccionado el tablero cubierto de un imprevisto mantel collage. En las portadas diferentes modelos posaban, publicitando marcas o simplemente complementando algún que otro artículo o leyenda.
Todas ellas se mostraban impecables, la mayoría sonrientes , y cada una a su manera le resultaron a Johanna insultantemente hermosas. Siempre se había sentido ajena a todas aquellas bellezas de papel cuché pero hoy le separaba un abismo de todo su género, podría decirse que hasta del humano, incluyendo a las mujeres que había sentadas en aquella misma sala, y que esperaban impacientes a que la enfermera abriera la puerta y pronunciara su nombre de una vez por todas.
Había recibido la llamada hacía poco más de una hora y ya estaba sentada en aquella sala de espera. Recordó las palabras de su compañera Raquel unos días antes en el trabajo
-¿Yo? ni loca…ni loca voy a hacerme una mamografía de esas asi porque sí, a mi que me llegue antes el aviso del hospital de que por edad me toca, no me gasto un céntimo en una prueba de algo para solo sirve para quedarme tranquila y marearme, si estas bien Johanna, a qué “leches” vas??
Eso mismo se preguntaba ahora, estaba perfectamente, no había notado nada extraño ¿y si se habían confundido? la doctora dijo por teléfono que habían visto “algo” pero que estuviera tranquila, aunque sin olvidar que también dijo que se pasara por la consulta lo antes posible. Analizaba una y otra vez la escueta conversación, argumentándose con cada una de las razones que la respaldaban para estar tranquila y eran todas, no había nada que la hiciera pensar que tuviera porque preocuparse, ningún punto de todos esos que ponen en las estadísticas apuntaban hacia ella; asi que respiró hondo y se repitió una y otra vez que este percance iba a ser un susto tonto de esos que te dan el día. Los minutos resbalaban interminables hasta que se abrió la puerta, y la enfermera buscando con la mirada dijo su nombre , Johanna se levantó al momento, disfrazándose de una quebradiza tranquilidad que la pesaba como un traje de plomo, dispuesta a terminar cuanto antes con ese mal trago….
De eso hacía casi un año, y en ocasiones parecía siquiera un mes, momentos sin tiempo que eran como mirar desde la boca de un túnel donde las puertas se abren de pronto y Johanna volvía a precipitarse en algunos momentos simplemente, con cerrar los ojos.
La palabra carcinoma había resonado en el habitáculo como una sentencia aplastante e incierta, después de una biopsia realizada tras una breve pero laboriosa intervención. El médico observaba atento cada gesto y la sacaba a flote con palabras de optimismo y sonrisas, mientras Johanna se hundía por momentos en el fango del miedo, después un empujón inesperado la arrancó de su espejo hasta estrellarse en aquél punto de la pared donde su mirada vagaba perdida y su mundo simplemente… se paró.
La inmensidad de la nada la volteó como a una muñeca de trapo, adivino en ese instante que sería inútil resistirse y se dejo llevar por la corriente, de vertiginosas aguas hacia la incertidumbre.
Se aferró con fuerza al silencio construyendo una apresurada y torpe fortaleza que se prestase indestructible, donde nada ni nadie pudiera dañar aún más su pequeño cielo, ahora desolado arrasado por un vendaval inesperado y devastador, una muralla que protegiese su desnudez, frágil y lastimada, indefensa como la mas breve de las criaturas que arrebataron , del regazo de su madre.
Pero el tiempo torna la mirada serena y calma, así pudo entenderlo varios meses más tarde ver, que la suerte se levantó con ella aquella mañana, cuando llamó por teléfono para concertar la prueba. Y mirar de frente al miedo, por mucho vértigo y tantos desvelos, pánico en ocasiones de enfrentarse a él y sucumbir a sus astutas artimañas. Sortear la incredulidad y encontrarse con el resentimiento llenarse de ira recoger su fuerza y acabar entendiendo que simplemente es algo que sucede, del mismo modo que una mañana amanece y cualquiera descubre que tiene un nuevo lunar en su piel que sin previo aviso aparece y que queda en el cuerpo perenne para siempre. Ahora sabe que pequeña cicatriz curva puede ser una simpática sonrisa que la saluda afable o una grotesca mueca de total desagrado que la devuelve a aquellos oscuros dias, dependiendo como no, de su estado de ánimo, sujeto a los altibajos que conformaban su complicada existencia, Johanna es una mujer que camina aún titubeante.
Los puntos imborrables de la radioterapia, simples anotaciones parecen delimitar un campo de batalla abandonado, quedaran allí para siempre, dejaron hace bastante de provocar el disgusto de las primeras semanas. Johanna se mira en el espejo, escruta la mirada, sus ojos la contestan chispeantes y con un brillo renovado, guardan el secreto de cuantos desconsuelos anegaron y se sabe afortunada, nunca ha dudado en decirlo siempre que la preguntaron, el día que decidió hacerse aquella prueba la suerte asomba a su ventana, porque tiene presente que anticiparse fue decisivo, la mitad de la partida vencida .
La lucha continúa, Johanna se coloca un lazo rosa en la chaqueta,su historia es un ejemplo de que la MAMOGRAFÍA diagnostica aún sin sintomas, el cáncer en sus etapas mas tempranas, te cuento esta historia sin saber si hoy es ese día que tal vez con una llamada, tu también puedas salvar tu vida…
Dedicada a todas las mujeres en general, para que no dejen pasar ese minuto tan importante y tan vital, a todas aquellas que hoy luchan contra esta enfermedad toda mi fuerza y de forma muy especial para
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