Aprendí a mirar
las estrellas, alumbrando los sueños con ellas.
A
mirar los colores del viento y a sentir el sabor del
silencio.
Aprendí a encender ilusiones y a escuchar hablar los
corazones,
con
palabras calladas, con matices de mil sensaciones.
Cuando un día, el dolor tomó mi mano, conocí de frente a
la tristeza.
La
pena y el llanto se marcharon, al sentir el amor y su
grandeza.
La
soledad, querida compañera, la que con tanto miedo
rechazaba;
me
mostró la paz y la armonía de los momentos que con ella
estaba.
Comprendí, el sentido de la vida, viviendo el amor y la
desdicha,
sintiendo la alegría y la tristeza, conociendo lo breve
de la vida.
Aprendí el valor de la paciencia, a calmar los vientos de
mi ira,
a
llenar con mares de esperanza las zonas
más oscuras de mi vida.
¡Es
así, que aprendí a vivir!
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