Te miro,
sí,
con el respeto de
la admiración
porque me atrae
tu elegante andar,
el sonido de tus
pasos,
el dibujo de tu
cuerpo,
el relevo de tus
piernas morenas.
Porque me atraen
tus colores,
tu figura, tu
fragancia;
tal como la flor
atrae la abeja hasta el cáliz.
Y te imagino
desnuda, con mejillas encendidas,
y la sonrisa de
tus labios abiertos …
Te miro y
admiro, con el respeto del deseo
porque me atrae
el balanceo de tus cabellos
cuando revolotean
al viento caprichosamente
y descubren tus
hombros relucientes;
porque me atrae
el olor que dejas en el aire,
el volumen de tus
pechos recogidos;
porque me atrae
lo que enseñas,
lo que insinúas ,
lo que escondes …
Y te imagino,
sí,
ante el espejo te
imagino
deslizando los
tirantes de tu vestido
hasta que te cae
a los pies desnudos.
Y te imagino
acariciándote
mientras te miras
y te admiras.
Te miro,
sí,
con los ojos
cerrados te miro
sabiendo que no
eres un sueño.
Y, con respeto,
con manos bañadas de placer,
sueño que te
puedo abarcar
bajo las sábanas
fieles de la intimidad.
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